martes, 11 de octubre de 2011

El armisticio

Pasan más de tres meses en esa situación. El 10 de setiembre, Rondeau reúne a los patriotas para que los delegados de la Junta de Buenos Aires les expliquen las negociaciones que se están celebrando entre Elío y los porteños.
Oigamos:
-El ejército portugués avanza sobre este territorio- argumenta un representante porteño.
-Que salga nuestro ejército al encuentro de los portugueses- contestan los patriotas.
-¿Y cómo mantenemos el sitio si se va el ejército?
-Las familias tomaremos las armas; todos los vecinos nos comprometemos a mantener a Montevideo sitiada.
-No tenemos armas para enviarles- dice otro porteño.
-Pelearemos con las uñas y los dientes: esa es nuestra decisión. Finalmente, los patriotas consiguen que no se levante el sitio, pero sólo será por pocos días.
El 7 de octubre se reinician las negociaciones entre porteños y españoles.
El día 8 los vecinos piden nueva asamblea. Esta se lleva a cabo el día 10 en la quinta de la Paraguaya y allí el pueblo oriental elije a Artigas como su Jefe. Las gentes creen en Artigas, lo respetan, lo siguen.
El gobierno de Buenos Aires, que ahora está en manos de tres personas, dice que es aliado de Artigas. Pero en realidad le teme porque su prestigio es muy grande y ellos, por el contrario, sólo han sufrido derrotas. Pero lo más importante es que las ideas de Artigas son de igualdad para todos los pueblos y ellos se empeñan en manejar todo en provecho de Buenos Aires.
Diez días después se firmará el armisticio con las cláusulas pedidas por el español Elío: el ejército criollo abandonaría el territorio oriental que quedará bajo la autoridad de los españoles; éstos se comprometían a pedir el retiro de los portugueses de la Banda Oriental, a levantar el bloqueo del puerto de Buenos Aires y cesar la lucha en el Alto Perú.
El pueblo oriental había sido sacrificado.
De acuerdo con ese tratado las tropas orientales deberán retirarse del sitio y alejarse hacia el norte, quedando de nuevo toda la extensión de la Banda Oriental bajo el gobierno del español Elío.

Para el pueblo oriental, perder por un arreglo entre porteños y españoles lo que habían ganado en duras luchas era la derrota, "la redota", como ellos decían mal.

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